Deberíamos
reconciliarnos con
todos los espacios que dejamos en blanco, con todo el tiempo perdido, con los
finales que alargamos, con todos los comienzos que abandonamos por miedo, con
todo cuanto no supimos decir, con todas las veces que nos encogimos de hombros,
con todos los pasos que no dimos y con los cuales hubiéramos dado la vuelta al
mundo. Deberíamos reconciliarnos con
nosotros mismos.
Deberíamos cantar más y
hacerlo muy alto para
encontrarnos con todas esas canciones que nos echan de menos, para saciarnos de
entusiasmo y olvidarnos de las respuestas programadas, para hacernos norte y
volver a darle cuerda a la brújula del corazón, para darle menos vueltas al
tarro y dejar el complicado arte de vivir exiliados en la frontera de la indecisión. Deberíamos
cantar que no todas las caídas son derrotas y aprender a entonar el enhorabuena, te has equivocado pero hoy eres capaz de todo, hasta de vivir!
¿Cuándo fue la última vez que te pillaron tocando la guitarra con una raqueta de tenis y cantando a “grito pelao”?
¿Cuándo fue la última vez que te pillaron tocando la guitarra con una raqueta de tenis y cantando a “grito pelao”?
Deberíamos dejar de ser
charco sin fondo y ser más lluvia para mojarnos de besos hasta dilatarnos la piel sin perder por ello ni un ápice
de elasticidad, para ser nuestro propio oasis cuando nos sentimos en medio de
la nada, para disponer siempre a mano de una sobredosis de ternura y disponer de nuestra esencia a nuestro antojo, para con la risa mojada contagiar
de vida a nuestra rutina, para no arrepentirnos de nadie y para estar siempre a
punto de nosotros mismos. Deberíamos
despilfarrarnos cada día invocando al niño que llevamos dentro, dejándolo salir para que nos impulse a seguir persiguiendo sueños.
Deberíamos sufrir de
sobredosis de ganas
para asomarnos sin miedo a caer, para asomarnos a nosotros mismos
permitiéndonos fluir, para dar un paso y
otro más, para dejar de remendarnos y esforzarnos más por comenzar a
expandirnos, para decidir cómo queremos sentirnos a cada momento, para ser
menos egocéntricos, para no callar lo que no nos deja respirar, para cortar con
todas aquellas amistades que no aguantan ni un solo lavado. Deberíamos dejar
salir todo cuanto llevamos dentro y entrenarnos cada día en ser sinceros con
nosotros mismos.
(foto de @jcalandt )
¡Que no hay rescate sin acción!
Déjate puesto el presente, conjúgate en el hoy y hazte un sí cada mañana.
Para eso estás aquí; la acción, la vivencia y la experiencia es la razón más poderosa para rescatarte a ti mismo... de ti mismo.