Nacemos para ser lluvia y no
charco, nacemos para construir todos los versos pensados con nuestras manos,
nacemos para transformar nuestras palabras ciegas en sentimientos que nos rimen
en el pecho.
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foto de @JCAlandt |
Al crecer nos hacemos.
Nos
hacemos a golpe de canciones y silencios, de esperanzas e imposibles, de
utopías y batallas, de victorias y derrotas, de rotos y zurcidos, de callos en
la lengua y de tragar saliva, de dudas y certezas, de sueños rotos, de verdades
y enredos. Nos hacemos en cada lucha interior librada, también con cada uno de nuestros
“no me da la gana”, con cada verdad, cada duda y cada certeza, con cada noche
de insomnio y el sudor que queda en la almohada, con cada razón y con cada
sinrazón.
Del pasado que no vuelve, de las buenas intenciones, de los deseos y promesas,
del miedo que sentimos y nuestras caras de enfado, de nuestros errores y
aciertos, de nuestros “no es para tanto”, de nuestras deudas, del puñado de besos
sin espectadores, de las sorpresas que vienen envueltas en personas, de cada “merece
la pena” y del tiempo perdido también nos hacemos.
Hechos de inconformismos, de
tormentas, de recuerdos, de dolor, de uñas que no se clavan, de guiños,
olvidos, malas ideas y malos vicios, de suspiros y lamentos, de noches de echar
de menos. Hechos de encanto y desencanto, de lo que compartimos, de todo cuanto
buscamos y de todo cuanto perdemos, de cada paso que damos sin esperar otro a
cambio, de las distancias necesarias.
Crecemos y aprendemos a estar
hechos de bajar la guardia, de romper muros, de doblar esquinas, de cambiar de
rumbo… hasta lograr caminar con las manos abiertas, hasta saltar y caer hacia
arriba, hasta arriesgarnos a sentir aunque nos cueste no salir intactos, hasta
tener un amigo en nosotros.
Hechos de pasión. De creer sin
más.
Y si de algo terminaremos hechos
es de amor; del amor de conveniencia, del que gritamos a los cuatro vientos,
del que se esconde o escondemos, del que viene y va, de los silencios llenos de
amor, del amor que no pide explicaciones, del amor perdido, del que no tiene
sentido, del que no conviene, del amor que huye y queremos seguir atando, del
que desnuda nuestros miedos y rescata nuestro entusiasmo, del amor que finge, del
amor que amas después de ti, del amor que hace que te sientas poderoso, de la
rutina del amor, del amor que camina junto a ti abrazando tus penas y haciendo
mejores tus momentos felices, del incondicional de de caricias pequeñas e
inocentes ojos. De todos ellos y algunos más terminamos hechos.
Que nadie dude
que estamos hechos de amor.
Yo además, estoy hecha de música,
de la noche que te encontré y de todas
las que te busco.
Lo importante amigos, es que cuando
llegue el final, hechos de millones de surcos en la piel, regalemos nuestra última
sonrisa porque nos hicimos un corazón testarudo y porque sólo nuestra
sonrisa nos hará un lugar inolvidable.