Podemos. Comenzar a cambiar. Con un primer paso. Un paso que
será el inicio de nuestra nueva vida. Comenzar en el punto en el que nos
encontramos, posicionándonos en el aquí y el ahora para empezar de nuevo pero
con un sentido diferente de la vida, más sencillo.
Vivimos inmersos en la cultura del éxito. Acostumbrados al
vértigo de la inmediatez, ignorantes de lo que perdemos para siempre, con el
alma aburrida en la carne y nuestra sombra en carne viva. Tratamos de ocultarlo
pero íntimamente sabemos que el dolor viene incluido en la cultura del “quien
no gana, no vale”.
¡Qué actitud tan tonta es elegir estar, no siendo!
Es paradójico
y hasta causa gracia lo bajo que podemos llegar a caer en el afán de llegar
alto. Un drama diría yo. El drama de tomarnos nuestra existencia como una
carrera que tiene una meta, una meta que nos encadena a cumplir objetivos que
nos alejan de la simplicidad de la vida y al llegar, si es que llegamos a
alguna parte, darnos cuenta que olvidamos la mayor parte de nosotros muy atrás.
Nos sentimos vacíos.
Sólo cambiar es el antídoto para una vida vacía.
Cambiar o
seguir prisioneros de nuestras ansias de victoria, mientras arrastramos los
grilletes de nuestro temor a la derrota que supone “dejar de valer” cualquier
día.
Cambiar o estar obligados a seguir comprándonos botas de gore-tex para
evitar tocar el suelo y máscaras para que nadie pueda ver nuestro verdadero
rostro.
Cambiar esa confortabilidad blindada por la rutina engañosa que nos
deja paralíticos de entusiasmo y con la ingrata tarea de seguir teniendo miedo
a cada paso, o seguir comprando armaduras para que nadie pueda tocar nuestra
piel y mucho menos nuestro corazón.
Lo sé. Piensas que es imposible. A todos nos cuesta cambiar.
Nos supone un tremendo desajuste entre la seguridad y la incertidumbre. Pero no
hacerlo supone aferrarnos al “tanto tienes, tanto vales”, supone aferrarnos a
la mediocridad de quienes no saben ver más allá de lo tangible ahogándose en
vasos vacíos. Nada más terrible que seguir siendo de los que miden el tiempo en
reloj ajeno, de los vasallos del billete en el bolsillo, de los ricos de la
falsa felicidad que siempre es insuficiente, de los que pierden hasta el frio
que nunca han tenido, de los que ignoran que se les ve el precio.
A todos nos
cuesta cambiar, pero seguir engañándonos adormece el instinto. Conformarnos con
una vida que no nos llena es dejar que triunfe el inmovilismo, que no es otra
cosa que una muerte lenta por entregas.
Es momento
de dejar de ser espejismos, de tener sal en la mirada, la sonrisa dormida y el
abrazo vendido al mejor postor. Es momento de darnos una oportunidad, el
momento de la batalla y no de cualquier batalla. Es el momento de lidiar con
nosotros mismos y armarnos de valor. Porque las batallas interiores no
necesitan ejércitos ni tácticas, necesitan valor, cantidades inmensas de valor.
¿El premio? convertirte
en un guerrero que lleva planetas en el pecho. Planetas que son millones de
instantes de verdadera felicidad. Esa felicidad que no se compra y nada tiene que ver con el éxito
en la cuenta corriente. Es la felicidad del ser, no del tener. La felicidad de
vivir con menos y amar con más.
La felicidad de buscar lo que nos motiva, de
implicarnos en lo que siempre quisimos hacer, de atrevernos a sentir, de sorber
cada segundo intensamente, de dejar que se nos erice el alma, de ser capaces de
hacernos chispas, de ser fuentes inagotables de entusiasmo, de tropezar a carcajadas
y con amplitud de mente, responsables de nuestras acciones.
El premio seremos
cada uno de nosotros porque hemos sabido encontrar el camino en la piedra hasta
volvernos horizonte, vuelo, cielo y nido. Hasta volvernos esperanza siendo
aventura en mar bravío.
El premio es haber entendido que el sol no tiene precio, que
el sol está dentro de nosotros y que lo veremos en el cielo sólo si somos capaces de
compartirlo.
No dudes. Con
un primer paso puedes iniciar el cambio. Con el paso que será el inicio de tu
nueva vida. Si estás dudando entre ahora o nunca, probablemente ya se te hizo
tarde, decidas lo que decidas.
Núria, propongo tu post para que lo lea cada persona de este lugar llamado "mundo". Hay que cambiar el "Tener por el Ser". Ese sentido de propiedad: casa, coche, reloj que me parece un poco ridículo cuando lo importante debería ser cómo somos las personas. Suena utópico pero ese cambio depende de nosotros. Igual que suena torpe cuando alguien te dice: ¿Te gusta mi reloj? en vez de decirte ¿Por qué no donas sangre? ¿Qué puedo aportar a los demás? Una delicia de post.
ResponderEliminarMil gracias Miguel Angel por expresar tan bien lo que yo siento. Un abrazo!
EliminarDifícil ser cuando no tienes.
ResponderEliminarUn placer leerte, Nuria. Tu entusiasmo no tiene precio. Y es contagioso.
ResponderEliminar¡Gracias!
Un placer y un honor que me leas. Gracias eternas Esteban!
EliminarUn artículo maravilloso que nos invita a creer y crear una sociedad mejor, más ser y menos tener, el nombre no pudiste elegirlo mejor. Con tu permiso lo comparto en redes, ¡me gustó mucho!
ResponderEliminarUn abrazo,
Francisco M.
Muchas gracias Francisco. Es muy bonito llegar a las personas! Gracias
EliminarGuardo tus artículos, como guardaba las cintas de los programas del butanito aunque por distinto motivos. Las cintas las utilizaba para dormir fuera de casa y tus artículos, ahora, para levantar el ánimo.
ResponderEliminarGracias.
Yo Enrique te debo infinitas sonrisas. Gracias por tanta generosidad y te vuela mi mejor sonrisa. Un abrazo!
EliminarExcelente post Nuria y genial frase "Sólo cambiar es el antídoto para una vida vacía" Y eres el prinicipio activo impulsora del cambio en vidas vacías.
ResponderEliminarGracias. ¡Por un mar de sonrisas cuyo color es reflejo de tus ojos!
Jorge eres un cielo de persona. Personas como tú sois el color de mis ojos...los del alma. Un abrazo!
EliminarLlegir-te sempre és un plaer, un plaer que estimula el pensament i les emocions... gràcies!!
ResponderEliminarGràcies a tu sempre. És un honor venint d'algú com tu amb tanta sensibilitat. Una abraçada
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