¿Cúantas veces vivimos en el conformismo? muchas.
Pero eso sí, apretando el paso.
Justificamos angustias, temores y la no acción con
el mero hecho de tener el pie puesto en el acelerador. Nos aferramos al “no tengo tiempo” mientras
seguimos dispersos en cientos de actividades sin foco. Nos instalamos en el “no
tengo tiempo” y montamos nuestra propia fiesta de limitaciones bailando al
ritmo constante de la mejor mezcla de excusas; “mejor mañana” “a ver si la próxima semana” o “hoy
no puedo”.
Luego, borrachos como cubas de un presente que
sentimos inestable, de un presente que no se fía de nosotros, lo convertimos
todo en pasado reviviendo lo que nos dañó y terminamos aferrándonos a un futuro
que no existe temiendo lo que nos pueda dañar. Y sufrimos. En ese ir y venir
frenético del pasado al futuro sufrimos... sin entender que ninguna de las dos
categorías existe en tiempo real.
La cuestión amigos no es la cantidad de tiempo,
ni la falta del mismo. La cuestión es en qué invertimos nuestro tiempo y os aseguro, que cuando
no nos hemos trazado metas que alcanzar, lo invertimos mal. Con un objetivo vital claro aprovechamos al
máximo y con toda la fuerza de nuestra intención cada instante antes de que
cierren la puerta de las oportunidades. Es lo equivalente a poner en marcha el reloj interno que nos permite aprender un nuevo cómputo del tiempo, una forma de contar que nada tiene que ver con la secuencia del péndulo y que de alguna forma se relaciona con nuestros ritmos internos, aquellos que no se ven y que solamente sentimos con el corazón cuando perseguimos incansables nuestros sueños.
No podemos perder el
tiempo. Hemos de pasarlo construyendo y construyéndonos. Hemos de entrar en él
con la dignidad de quien sabe lo que quiere y lucha por ello. Ya no vale alargar
las situaciones cuando han tocado a su fin, al igual que es absurdo negarnos a
entrar en aquello que nos abre su puerta y nos da paso. El tiempo perdido no
regresa más y cada segundo es un instante menos que nos queda del que tengamos
previsto en nuestra hoja de ruta.
Creemos situaciones donde
nos posicionemos en la acción y logremos nuestros objetivos como medida de
tiempo. Ese éxito que perseguimos depende de nosotros, de nuestro esfuerzo. El
empeño y compromiso que pongamos en la consecución del mismo, abrirá la puerta hacia la esperanza que
da paso a la ilusión por lo que ha de venir.
La verdadera naturaleza de
la felicidad es saber aprovechar el tiempo. Digna
aspiración que solamente se logra viviendo intensamente cada instante.
Bravo, Nuria, tan vital como siempre. Hoy me quedo con esta frase, la del cierre: La verdadera naturaleza de la felicidad es saber aprovechar el tiempo. Digna aspiración que solamente se logra viviendo intensamente cada instante.
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