martes, 29 de julio de 2014

Lo que no te mata, TE HACE AMARTE

Hay que quererse más. Mucho más. Hacerlo incondicionalmente, sin excusas y sin miedo. Hacerlo hasta que se te sequen las pestañas y cicatrices a sonrisas. Hasta que no distingas dónde empieza y dónde termina la chaladura de ser tú mismo. Que no hay simulacros para eso que llamamos autoestima.

Hay que quererse más. Muchísimo más. Hasta con el corazón en la mano, pero latiendo. Quererse y quererse hasta no recordar cómo empezó todo. Hasta salvarte de vidas que no son la tuya. Hasta que nada te detenga, ni tú mismo.
Quererse y quererse. Hasta ser la sorpresa más bonita que te hayas hecho nunca. Hasta ser el cómplice que te regala oportunidades en lugar de flores y el capitán que pone firme el reloj de cada uno de tus latidos, confirmándote que sigues vivo. Enamórate perdidamente de la persona que eres hasta ser la pasión de tus sueños. Enamórate de ti mismo con la libertad de sentir y elegir tu camino aunque tropieces un millón de veces.

Créeme cuando te digo que hay que quererse más. Sólo quererte siempre te salvará cuando se apaguen los abrazos falsos y las sonrisas que prometían. Porque los días duros se combaten queriéndote. Porque sólo queriéndote seguirás teniendo luz y tu alma no estará helada. Queriéndote a medias no llegarás a ninguna parte entero.
Hay que quererse más. Infinitamente más.  Hasta vivir una vida que se aproxime a la eternidad, aunque se termine. Hasta que tu sonrisa se vuelva el libro más apasionante. Hasta que tus ganas digan que son tuyas.

Quererse y quererse sin compasión, como la fantasía de un niño. Hasta que seas todo cuanto deseas con el alma y añoras con la piel. Mima tus pensamientos positivos, saborea las pequeñas metas alcanzadas, disfruta de los recuerdos de lo ya vivido y crea con ilusión los venideros.
Quiérete y quiérete mucho. Hasta ser más desnudo que apariencia. Hasta dejar de ser pájaro deseando jaulas, hasta dejar de lamer egos ajenos. Quiérete hasta que se te caigan todos los mitos también, para ser un poco más justo contigo mismo. Y recuerda; lo que no te mata te hace amarte.

Entregar lo mejor de nosotros requiere talento y responsabilidad, pero encontrar la motivación a pesar de las circunstancias que nos rodean, alberga un compromiso superior donde no sólo debemos poner nuestra fuerza de voluntad, sino también nuestro corazón. Y para eso amigos, ES VITAL QUERERSE. Quererse y quererse más para poder afrontar que el camino tiene curvas, pero que son precisamente las mismas, las que fomentan nuestra destreza y nos construyen como personas.

(Postdata: Ahhhh y no busques que te quieran, persigue insaciable quererte mucho. Porque sólo siendo tuyo, podrás entregarte a alguien que te merezca. Porque sólo queriéndote mucho, encontrarás el amor que deseas. El resto es un camino equivocado que te devolverá una y otra vez a la repetición de lo vivido... hasta que entiendas que hay que quererse más. Mucho más.)


lunes, 14 de julio de 2014

La FELICIDAD del SER, no del TENER

Podemos. Comenzar a cambiar. Con un primer paso. Un paso que será el inicio de nuestra nueva vida. Comenzar en el punto en el que nos encontramos, posicionándonos en el aquí y el ahora para empezar de nuevo pero con un sentido diferente de la vida, más sencillo.

Vivimos inmersos en la cultura del éxito. Acostumbrados al vértigo de la inmediatez, ignorantes de lo que perdemos para siempre, con el alma aburrida en la carne y nuestra sombra en carne viva. Tratamos de ocultarlo pero íntimamente sabemos que el dolor viene incluido en la cultura del “quien no gana, no vale”. 
¡Qué actitud tan tonta es elegir estar, no siendo! 
Es paradójico y hasta causa gracia lo bajo que podemos llegar a caer en el afán de llegar alto. Un drama diría yo. El drama de tomarnos nuestra existencia como una carrera que tiene una meta, una meta que nos encadena a cumplir objetivos que nos alejan de la simplicidad de la vida y al llegar, si es que llegamos a alguna parte, darnos cuenta que olvidamos la mayor parte de nosotros muy atrás. Nos sentimos vacíos.

Sólo cambiar es el antídoto para una vida vacía. 
Cambiar o seguir prisioneros de nuestras ansias de victoria, mientras arrastramos los grilletes de nuestro temor a la derrota que supone “dejar de valer” cualquier día. 
Cambiar o estar obligados a seguir comprándonos botas de gore-tex para evitar tocar el suelo y máscaras para que nadie pueda ver nuestro verdadero rostro. 
Cambiar esa confortabilidad blindada por la rutina engañosa que nos deja paralíticos de entusiasmo y con la ingrata tarea de seguir teniendo miedo a cada paso, o seguir comprando armaduras para que nadie pueda tocar nuestra piel y mucho menos nuestro corazón.

Lo sé. Piensas que es imposible. A todos nos cuesta cambiar. Nos supone un tremendo desajuste entre la seguridad y la incertidumbre. Pero no hacerlo supone aferrarnos al “tanto tienes, tanto vales”, supone aferrarnos a la mediocridad de quienes no saben ver más allá de lo tangible ahogándose en vasos vacíos. Nada más terrible que seguir siendo de los que miden el tiempo en reloj ajeno, de los vasallos del billete en el bolsillo, de los ricos de la falsa felicidad que siempre es insuficiente, de los que pierden hasta el frio que nunca han tenido, de los que ignoran que se les ve el precio.


A todos nos cuesta cambiar, pero seguir engañándonos adormece el instinto. Conformarnos con una vida que no nos llena es dejar que triunfe el inmovilismo, que no es otra cosa que una muerte lenta por entregas.
Es momento de dejar de ser espejismos, de tener sal en la mirada, la sonrisa dormida y el abrazo vendido al mejor postor. Es momento de darnos una oportunidad, el momento de la batalla y no de cualquier batalla. Es el momento de lidiar con nosotros mismos y armarnos de valor. Porque las batallas interiores no necesitan ejércitos ni tácticas, necesitan valor, cantidades inmensas de valor.


¿El premio? convertirte en un guerrero que lleva planetas en el pecho. Planetas que son millones de instantes de verdadera felicidad. Esa felicidad que  no se compra y nada tiene que ver con el éxito en la cuenta corriente. Es la felicidad del ser, no del tener. La felicidad de vivir con menos y amar con más. 
La felicidad de buscar lo que nos motiva, de implicarnos en lo que siempre quisimos hacer, de atrevernos a sentir, de sorber cada segundo intensamente, de dejar que se nos erice el alma, de ser capaces de hacernos chispas, de ser fuentes inagotables de entusiasmo, de tropezar a carcajadas y con amplitud de mente, responsables de nuestras acciones. 
El premio seremos cada uno de nosotros porque hemos sabido encontrar el camino en la piedra hasta volvernos horizonte, vuelo, cielo y nido. Hasta volvernos esperanza siendo aventura en mar bravío. 
El premio es haber entendido que el sol no tiene precio, que el sol está dentro de nosotros y que lo veremos en el cielo sólo si somos capaces de compartirlo.

No dudes. Con un primer paso puedes iniciar el cambio. Con el paso que será el inicio de tu nueva vida. Si estás dudando entre ahora o nunca, probablemente ya se te hizo tarde, decidas lo que decidas.