Otro año más del que nos
quedarán los recuerdos… esos no se van. En un sonido, en un aroma, en una
canción, en un escalofrío, en una risa, en abrazos que son amaneceres, en las
señales del camino y debajo de tantas palabras… estarán.
Recordaremos las veces que
fuimos naufragio por haber cedido el timón a otros, todos nuestros instantes de
vulnerabilidad, todos los laberintos de los que nos costó salir y las veces que
nos dolió la garganta de gritar para adentro.
Recordaremos lo que habitó en
nuestras penumbras, cada dolor que ha servido para despertarnos, cada “ojalá”
marchitado, todas y cada una de las razones que quedaron por desnudar, las veces que fuimos distancia por no querer
escuchar o las veces que nos quedamos dormidos arropados en nuestras dudas.
Y los silencios, sobre
todo recordaremos aquellos que nos han enseñado a escuchar lo que no se dice… nos
quedan muchos silencios por aprender. Y aunque existirán más horas donde el silencio pesará,
si lo entendemos, él será quien nos recargue.
Recordaremos todo lo que
se quedó en nosotros aún yéndose, cada una de las renuncias que hemos ejecutado
con la razón amordazando al corazón y todas las ocasiones en que mirábamos el
reloj esperando, en lugar de dejar de ser cobardes y salir a buscar.
Recordaremos
todos los espacios que quedaron en blanco por miedo y los que llenamos de vacío
por las prisas, las veces que una ausencia nos sacó a bailar y supimos cómo
sujetarle la mano. Recordaremos los planes hechos y todos los viajes que
hicimos mirando el techo.
Y las veces que aunque
nuestro enfado nos tiraba del pelo, encontramos lo positivo a lo negativo… todas
esas veces las recordaremos.
Un año más en el que hemos
sido claridad y a veces lluvia, puntos de encuentro y puntos intermedios,
pregunta y respuestas, la verdad en la espontaneidad de un gesto, la paciente
belleza en un poquito a poco, cada minuto de lucha, miradas de soslayo,
palabras ahogadas en suspiros, balones fuera, todas nuestras excusas y todos
nuestros imposibles sembrados. Un año más cuyo resultado es lo que hemos hecho,
mezclado con lo que no y con lo que hicimos sin darnos cuenta.
Un 2016 donde seguro hemos
sido extraños para alguien que creyó conocernos un poquito. Un año donde hemos sido en las personas de las
que nunca nos iremos aunque ya no estén. Un año donde también, hemos sido en
las personas a las que nunca volveremos aunque no se hayan ido.
Recordaremos las veces que
hemos sido la luz que ha brotado contra todo pronóstico, todas las veces que
borramos para volver a inventar, recordaremos el beso que tiene memoria, todo cuanto
nos ha emocionado sin poder evitarlo, el guiño que nos contaba que todo era
mucho más sencillo, lo que hemos agradecido, lo que hemos compartido
y lo que hemos recibido sin pedir.
Y recordaremos las veces que alguien
puso una flor en nuestro camino inyectándonos una transfusión de aliento, mostrándonos que podemos florecer donde
queramos mientras nuestra alma esté llena de vida. ¡Cómo olvidarlo!
Hemos sido un continuo
renacer, todas nuestras esperanzas y el placer de compartir ratitos de nada.
Hemos sido mejillas encendidas, corazones a tope, frenazos que no derrapan, las
ganas de seguir latiendo, naufragios en un mar de mimos llegando a buen puerto,
la sonrisa pletórica de ver nacer un sueño que luego se hizo realidad.
Hemos
sido el valor de seguir intentándolo.
Cerquita de finalizar el
año, todo cuanto hemos vivido nos define; aquello que mostramos y lo que
eludimos, lo que expresamos y lo que omitimos, lo que perdimos y también todos
nuestros logros.
Podemos hacer un recuento
de lo que no salió bien, de lo que pudo ser, de lo que queríamos que fuera, de
lo que realmente es y de lo que vamos a hacer con ello.
SOMOS AHORA amigos,
el tiempo es vida
y no es recuperable.
Así que aprendamos de una vez a valorar la vida,
con quien la
compartimos
y a nosotros mismos.
Mi agradecimiento eterno y mi deseo para ti en el año
que empieza prontito;
asómate a él con toda tu capacidad
de crear paraísos y encuentra siempre la emoción insuperable que da el
compartirlos.
Y aunque los nuevos
sueños haya que llorarlos mucho hasta verlos crecer, los construiremos juntos.
Mira hacia delante y
que el único peso que soportes sea el de
tu sonrisa, una muy grande, que haga piruetas en tus labios y se revuelque en tus
manos cuando la acaricies.
Únicamente sonrisa a sonrisa inventamos la
eternidad.
Ad
infinitum